Jueves, 10 de Octubre de 2013
Después de un buen desayuno en el hotel, cogimos el coche y nos acercamos hasta la torre de Kobe, situada en el puerto de la ciudad.
La construcción de la 神戸ポートタワー (Torre del Puerto de Kobe) se completó en 1963 y se trata de estructura hiperboloide de 108 metros de altura. La verdad es que nos quedamos con las ganas de alargar un poco la estancia en la ciudad, pero la visita al Castillo de Himeji era algo ineludible y después teníamos que llegar hasta Kanazawa, a 350 kilómetros, donde pasaríamos la noche.
La ciudad de Himeji se encuentra a poco más de 60 kilómetros de Kobe, así que nos tomamos el camino con calma aprovenchando el buen día que hacía.
Himeji-jo El Castillo de Himeji
Himeji-jo ha sido unánimemente aclamada como la más extraordinaria de las fortalezas niponas que continúan en pie. También se le conoce como Hakuro-jo o Shirasagi-jo, “Castillo de la garza blanca”, debido a su inmaculada figura.
Este castillo es el más espléndido de los muchos fuertes japoneses que sobreviven en su forma original, sin cemento. Aunque en Himeji ha habido fortificaciones desde 1333, el castillo actual fue construido en 1580 por Toyotomi Hideyoshi y ampliado 30 años después por Ikeda Terumasa. Tokugawa Ieasu concedió el castillo a Ikeda cuando las fuerzas de éste vencieron a los ejércitos de Toyotomi. En los siglos posteriores, el castillo fue la residencia de 48 nobles consecutivos.
El castillo tiene un donjon (torre central fortificada) principal de cinco pisos y tres donjons más pequeñas, y toda la estructura está rodeada de fosos y murallas defensivas con aperturas rectangulares, circulares y triangulares para disparar balas y lanzar flechas.
Restauración del Castillo de Himeji (2009-2015)
Evidentemente, nuestra visita al castillo coincide con la restauración del mismo y nosotros sin saberlo, con lo que la decepción al llegar fue mayúscula. Personalmente, llevaba años con ganas de ver y visitar Himeji-jo, fue una visita que nos quedó pendiente hace 5 años así que la desilusión que tuvimos cuando al llegar vimos que la torre central estaba completamente cubierta fue enorme. Aún así, Pedro me animó y visitamos lo que se podía ver del castillo, y la verdad es que no nos defraudó.
Durante el proyecto de restauración se sustituyen las tejas y se vuelven a enyesar las paredes. Para ello, es necesario cubrir todo el castillo por partes. Nuestra visita coincidió con la restauración de la torre principal, que al estar completamente tapada no dejaba apreciar su bella figura. De todas formas tuvimos la suerte de poder ver cómo restauran las tejas. Alrededor de la torre había andamios instalados y un mirador arriba de todo desde donde se podía ver la torre y ver cómo los trabajadores iban enyesando y restaurando las tejas, una a una. No es la misma sensación de majestuosidad e impresión que da ver un castillo desde pie de calle, pero la verdad es que la visita estaba muy bien estructurada, con paradas a distintos niveles de la torre y explicaciones de la construcción y proceso de restauración de la misma.
Al salir de la torre principal, disfrutamos de un paseo por el recinto amurallado del castillo y para nuestra sorpresa, pudimos observar algún cerezo en flor de invierno, ¡fuyuzakura! ^^ La temporada de los cerezos en flor es en Marzo-Abril, pero hay árboles y variedades de cerezo que pueden florecer en otras épocas del año.
Camino al norte de Honshu
350 kilómetros son los que separan Himeji de Kanazawa, así que nos tomamos la conducción con calma y disfrutando del paisaje que ofrecen las carreteras japonesas. Para llegar hasta Kanazawa optamos por tomar la carretera más cercana a la costa del Mar de Japón, pasamos relativamente cerca de Amanohashidate y nos quedamos con las ganas de parar a ver una de las "tres vistas más bellas de Japón", junto con Miyajima y la bahía de Matsushima, pero para variar, íbamos justos de tiempo así que posponemos la visita hasta el próximo viaje a Japón.
Llegamos a Kanazawa a eso de las siete de la tarde y evidentemente, directos al hotel para hacer el check-in, dejar las cosas y acicalarnos un poco antes de salir a descubrir la ciudad. Nos alojamos en el hotel Toyoko Inn Kanazawa Kenrokuen Korinbo y después de dejar el coche en el párking automático-rotatorio de turno, subimos a la minúscula habitación que teníamos. Es un hotel de paso y curioso, todo hay que decirlo. Al hacer el check-in cogías un pequeño neceser de una nevera al lado de los ascensores, y al llegar a la habitación teníamos unos pijamas-camisón preparados, lo que nos llegamos a reír no tiene precio.
Noche en Kanazawa
Nuestra primera parada fue visitar y pasear por el barrio de samuráis, que por suerte nos caía al lado del hotel. El distrito de Nagamachi es la zona que un día ocuparon los samuráis, se encuentra entre dos canales y tiene calles sinuosas y techos de tejas de barro. Era ya oscuro cuando paseábamos por las calles, observando todas las casas buscando detalles que nos trasladaran al Japón feudal. Nos acercamos hasta la casa samurái de Nomura, que durante el día se puede visitar, pero ya estaba cerrada cuando llegamos así que vislumbramos lo que pudimos desde fuera.
La ciudad de Kanazawa es muy agradable de pasear y como habíamos estado horas en el coche durante todo el día, teníamos ganas de andar y estirar las piernas, aunque ya fuera de noche. Paseamos hasta los alrededores del castillo y allí encontramos un sitio muy auténtico para cenar, pequeño y con todo gente local, nos tomamos un katsu-curry de pollo (curry japonés con arroz servido con un filete de pollo rebozado) y un tonkatsu buenísimos.
Al salir de cenar decidimos ir paseando hasta el barrio de las geishas, así que teníamos que dirigirnos hacia el río Asano y cruzarlo. Las zonas verdes que rodean el foso del castillo son muy agradables para pasear así que no dudamos en ir bordeando el castillo para llegar hasta el distrito de las geishas. De camino además nos encontramos con varios grupos de estudiantes universitarios preparando exposiciones o proyectos de arte con luces en los árboles ¡precioso!
Higashi Chaya Distrito de las geishas
Situado al norte de la ciudad y frente al río Asano, este enclave de calles estrechas fue fundado a principios del s.XIX como centro para las geishas que entretenían a los patrones ricos. Paseamos por la Higashi Chayagai (calle de la tetería este) y nos recordó muchísimo a Hanamidori, en Kyoto. La calle conserva aún las casas con las fachadas de listones de madera de las casas de geishas, es de noche y estamos solos, y por un momento parece que no estemos en pleno s.XXI sino que hayamos viajado hasta la Era Edo, buscando una ochaya (casa de té) donde tomar algo.
De vuelta al hotel decidimos que al día siguiente toca madrugar, teníamos pensado visitar el Kenrokuen y poner ya rumbo a Shirakawa, pero antes de eso queremos visitar de nuevo el distrito de Higashi Chaya.