Martes, 8 de Octubre de 2013
Al salir de Kotohira pusimos rumbo hacia el Valle de Iya. Son 60 kilómetros de carretera entre los dos sitios, así que en poco más de una hora ya nos adentrábamos en una de las regiones más remotas de Japón.
祖谷渓 Iya-kei
El remoto valle de Iya se considera una de las tres “regiones escondidas” de Japón, y se le ha llamado también el Tíbet de Japón.
Las primeras noticias históricas del valle hablan de un grupo de chamanes que huían de la persecución desatada en Nara en el siglo IX. Más tarde, Iya se convirtió en refugio de los derrotados guerreros Heike, que huían del clan Genji en las guerras civiles del siglo XII. Su escarpada topografía montañosa y los desfiladeros más profundos de Japón han conseguido que Iya siga siendo hoy un escondite.
Al llegar a Nishi-Iya paramos en un pequeño stand de información para coger un mapa local y situarnos en la topografía del valle. Todas las vistas son espectaculares y decir que éramos los únicos gaijins (extranjeros) es poco, realmente hasta se ve poco turismo nipón por la zona.
Kazura-bashi y Biwa-no-taki
La primera visita la dedicamos al famoso kazura-bashi (puente de lianas). En su día, los ríos del montañoso interior de Shikoku solo se podían atravesar por estas peligrosas pasarelas, que se cortaban a conveniencia para impedir el paso de los clanes enemigos. Hoy en día, para poder cruzarlo tienes que pagar 500 yens y evidentemente los pagamos, pero qué sensación. Pedro cruzó el puente bien y bastante rápido, y yo... sin comentarios, aquello se movía más de lo esperado y por muy robusto que se vea no deja de dar sensación de vértigo a ratos. Con decir que un grupo de viejecitos nipones estuvieron a punto de adelantarme en mi cruzada ya queda todo dicho...
Al otro lado del puente, si te adentras un poco hacia la montaña, te encuentras con la cascada de Biwa. Dice la leyenda que los guerreros Heike que se refugiaron en el Valle de Iya, acudían a la cascada a tocar la biwa - instrumento de música tradicional japonesa - y sentir la nostalgia de su antigua ciudad, Kyoto. El nombre de la impresionante cascada de 50 metros proviene de dicha leyenda.
Por último decidimos bajar hasta la orilla del río y así observar el kazura-bashi y las vistas del valle desde abajo. Decir que la paz, tranquilidad y belleza del lugar son de otro mundo es quedarse corto.
うどん Udon y あめご Amego
A las cuatro de la tarde empezó a lloviznar así que optamos por parar a comer algo típico de la zona antes de coger el coche camino a Matsuyama, donde pasaríamos la noche.
Durante el día habíamos visto varías paradas y pequeños locales vendiendo amego (pez de río local) a la brasa, pero finalmente optamos por tomarnos un buen bol de udon. Teníamos hambre y la verdad es que ¡estaba buenísimo!